Ever Schmit, sobreviviente del Crucero Belgrano, estuvo presente en los estudios de Primero Bahía para contar todo lo vivido.
«En el año 80, cursaba mi último año de secundario y pasó una comisión de la Armada, promocionando un curso, que teniendo el título secundario se otorgaba el cargo de cabo primero, con un grupo de compañeros del secundario al año siguiente nos sortearon para hacer la colimba, hicimos el curso durante un año, accedimos a operaciones, que tiene que ver con toda la cuestión de buques y radares, en diciembre del 81 a dos nos destinan al Crucero Belgrano», comenzó diciendo Ever.
Además indicó que «nosotros no sabíamos fehacientemente que no íbamos a volver, pero me pasó que sabía que no volvía, tenía esa sensación. De hecho, el crucero tenía a bordo una cantina, que estaba operada por dos civiles, un amigo que estaba en mi división, le dije Fabián vamos a consumir todo lo que podamos, porque después que nos hundan quien va a venir a cobrarnos los vales y mi amigo Fabián murió en el Crucero».
«Nosotros zarpamos el 16 de abril, fuimos a Ushuaia y nos fuimos el 24 de abril. La idea era impedir el ingreso de buques ingleses, posteriormente hubo otra misión que tuvo que ver con hacer un ataque en pinzas contra buques ingleses, entre el porta aviones y el Belgrano, sucedió algo realmente increíble, porque cuando se estaba en proceso de esa misión, y es que no había viento para que los aviones puedan despegar», refirió el ex combatiente.
También admitió que «la prueba del Crucero apuntaba a la Isla de los Estados, en ese proceso de vuelta nos atacan el 2 de mayo. Uno intuía que formaba parte del juego de la guerra que podía haber submarinos británicos en la zona, nosotros escuchábamos noticias como lo hacía la gente, escuchamos en una de las noticias que habían hundido el Crucero Belgrano y nosotros estábamos arriba. El objetivo inicial del ataque británico iba a ser el porta aviones, no el crucero y como no lo encuentran, a nosotros nos tenían ubicados»
«Nosotros éramos 1093 en ese momento, no estábamos con los chalecos puestos permanentemente, había unos muy modernos y los otros de corcho que era imposible estar con eso puesto. La única variación que había de la vida cotidiana, era cuando se hacían prácticas de combate o simulacros de abandono, a nosotros nos hinchaba bastante los simulacros de abandono, porque había que salir y correr, era tedioso, lamentablemente después pudimos comprobar que prepararse tanto para combatir como para abandonar tienen un valor muy importante», dijo Ever.
Por su parte recordó que «la dotación del buque estaba dividida en tres turnos de guardia, los impactos se producen alrededor de las 16hs, estaban dejando la guardia un grupo y tomándolo el otro, nosotros estábamos descansando en tres cubiertas hacia abajo, mi grupo fue el tercio que más bajas sufrió, porque fue uno de los lugares de impacto de torpedo más grande, cinco minutos antes me vienen a buscar para ir a jugar un partido de cartas al comedor, del lugar donde yo dormía no se salvó nadie, minutos antes del impacto yo salgo de ese lugar, me cruzo con mi amigo Fabián, quien fue al lugar donde dormíamos, ahí fue el último momento en que lo ví».
«Yo tenía 19 años, reproducir el impacto y la explosión es imposible, lo que si el comedor fue un lugar muy afectado, una lengua de fuego me pasó cerca, en ese momento creí que había estallado una caldera, cuando el buque se detiene por los impactos que había recibido, se empieza a escorar de una manera muy perceptible y ahí pensé me moría ahí, pensé que el buque se daba vuelta con su base hacia arriba», contó.
Para cerrar dijo que «el clima era un desastre que después se intensificó, nos dijeron que teníamos vientos de 120km/h, y olas de 10 o 12 metros de altura, así que en el momento de hacer el abandono del buque establa complicado pero no tanto. No se como salí, la marea de gente te iba llevando, con entrenamiento pudimos mantener la calma y salir. Los que habían sobrevivido al impacto fueron a su lugar de abandono, cuando se da la orden empezamos a tirarnos a las balsas, yo me cambié tres veces, porque la balsa que me había tocado se iba hacia la proa del buque, donde había pegado uno de los torpedos, en la balsa éramos 26, nos alejamos del buque, al lado nuestro había una balsa de 4 y 7 pasamos ahí, en un momento tuvimos que desemadrinar a todas las balsas y había riesgo de que las ataduras rompieran las balsas».
«Me quedé con lo que tenía porque no había otra cosa, estuve 36 o 38 horas en la balsa, nos rescata el Bahía Paraíso, cuando la balsa queda pegada al buque, el mar era una pileta, tiran una escala de sogas y nos piden que subamos, nos tuvieron que atar e hizarnos porque no podíamos movernos, cuando llego a la cubierta del buque, me preguntaron si podía caminar, dije que si, y cuando me soltaron me caí porque no sentía las piernas. El buque siguió buscando más balsas, aparecieron algunas con tres o cuatro tripulantes pero ya habían fallecido por el frío. Si bien no es aconcejable dormirse en esas temperaturas, cada tanto nos quedábamos dormidos, hasta que alguien gritó que la balsa se estaba hundiendo, el tapón del interior no se había sacado, entonces el agua de arriba nos bajaba, era complicado estábamos abrazados unos con otros en posición fetal y en ronda y cada vez que se desarmaba era difícil, porque la poca temperatura que lograba acaparar con un cuerpo y otro la perdías cuando la ola nos pegaba y nos hacía saltar para otro lado», refirió.
«Nos dolió mucho lo que pasamos cuando volvimos, nos decían que esos fachos no vuelvan, me dolía no por mi sino por mis compañeros que no volvieron. Nosotros hicimos lo que hicimos por la presión no solo de Galtieri, sino también de la gente que se convocó a esa plaza. Si nosotros estamos contando esto, lo hacemos como voz de los que ya no la tienen y ese es el objetivo, si hay alguien que cuenta su historia personal, solamente para que se él y su historia hay algo que no funciona, creo que contamos nuestra experiencia fundamentalmente para que quien nos escuche se traslade a la memoria de quienes no volvieron», sentenció.