Olimpo comenzó ganando desde el vestuario por un golazo, pero terminó empatando 1 a 1 ante Sarmiento de La Banda y quedó obligado a imponerse en Santiago del Estero para avanzar a las semifinales de la Reválida del Torneo Federal A.
Aunque todo eso será materia de análisis para el futuro, luego de un partido que -en cierta forma- había comenzado a jugarse unos días u horas antes.
Es que nadie puede hacerse el distraído y negar los desmanejos del fútbol argentino a todo nivel, que como en cualquier ámbito de la vida tiene situaciones de esas que manchan la buena fe.
Luego de una semana llena de suspicacias y rumores, tan sólo se necesitaron un puñado de segundos para demostrar –una vez más- que el fútbol es, fue y será de los jugadores.
En apenas dos minutos de juego, Diego Ramírez mostró su pegada prodigiosa y, con su zurda llena de talento, la clavó desde la medialuna al ángulo para poner el 1-0 con otro golazo para el recuerdo.
Olimpo encontró en el principio del cotejo una ventaja clave para encarar la llave, ante un rival que sólo le habían marcado un gol en las últimas 13 presentaciones.
Además de aquel grito sagrado, los primeros diez minutos fueron de intensidad, ritmo alto y llegadas. Un ida y vuelta casi frenético, que de a ratos no dio respiro.
El aurinegro salió decidido a marcar presencia y generó chances de movida, con Acosta probando de afuera y obligando, pero enfrente Sarmiento acusó el golpe y reaccionó de buena manera.
Tan es así que luego de acumular un par de jugadas de riesgo, llegó a la igualdad a los 20 minutos con un centro preciso de Tévez desde la izquierda, que encontró a Rodrigo Bernal ganando en el corazón del área chica ante una defensa que no logró reaccionar, en una jugada que nació desde una segunda pelota.
Ya con la paridad y con el correr de los minutos, el trámite perdió algo de intensidad pero fue teniendo una tónica clara.
La visita se adelantó en el campo y se hizo cargo de la posesión, mostrándose un equipo con soltura y naturalidad para atacar y al que no le costó soltar amarras y sumar gente en zona ofensiva.
Pese a eso, la fisonomía del juego no le sentaba nada mal a Olimpo que no se veía incómodo ni mucho menos, plantado con un 4-1-4-1, apostó a la velocidad de sus atacantes y a tratar de aprovechar los espacios y el campo abierto.
Con el Colo Acosta como punta de lanza, intentó ser directo y veloz con envíos de Ramírez, o Larrea y Coacci llegando desde las bandas y cerrándose con diagonales.
Incluso no necesitó de mucha creación para generar, si hasta Coacci estrelló un tiro en el palo -tocando con Acosta de pivote de izquierda hacia el centro- tras un saque de arco de Caprio.
En cierto modo, en un partido sin un dominador claro, el trámite le sentaba cómodo a ambos y los volvía una amenaza para sus rivales, siendo el dueño de casa más superior y, también, más decisivo en los metro finales.
Lotito metió mano en el banco rápidamente y en el entretiempo mandó a la cancha a Espejo y Segovia, en lugar de Sebastián Fernández, había sido amonestado, y Larrea.
Esas modificaciones también cambiaron la postura del aurinegro, que definitivamente se adelantó en el terreno y de movida salió decidido en busca de ese triunfo que le abriera la serie pensando en la revancha en Santiago.
Affranchino ocupó el lugar del Pipa en el medio y creció en el juego, Espejo se plantó volcado a la derecha, Coacci quedó definitivamente a la izquierda, pero algo más alto, Segovia flotó entre líneas y Fede Pérez trabajó más en zona de volantes que de «4».
El dueño de casa fue ancho, generó juego y desequilibrio por las bandas y acumuló chances para merecer la ventaja, aunque careció de contundencia y justeza en la puntada final.
De a poco, se fue haciendo protagonista definitivamente de las acciones y estiró las sensaciones positivas de aquel buen primer tiempo. También sumó chances, con una de Coacci de afuera, más un intento de Espejo de media vuelta que se fue ancho.
Además, el propio Leandro tuvo la más clara en el cierre, con un cabezazo abajo del arco que se fue por arriba y, también, fue él el protagonista de la polémica de la tarde.
Es que antes, a los 21 minutos, se internó en el área llegando por derecha, enganchó y fue derribado por Tévez (estaba amonestado), quien le cometió foul arriba y abajo. Claro penal que Rekers no cobró.
Ya sobre el cierre, el equipo bahiense volvió a ir a la carga empujado por su gente y la necesidad del triunfo. En esos minutos finales, tuvo una corajeada de Fleitas, el cabezazo de Espejo en el área chica y una de Osinaga a puro empuje, en la que se reclamó mano de Fernández.
Pese a eso, no hubo tiempo para más y la gente despidió a su equipo con un canto de guerra y una premisa impostergable para seguir soñando: «El domingo cueste, lo que cueste…».