Irma Constantinovsky, docente jubilada, estuvo en los estudios de Primero Bahía para hacer un repaso en su carrera y recordar el día del Maestro.
«Yo estudie en la escuela Normal Mixta de Bahía Blanca, en calle Villarino que destruyeron en época de los militares. Estudié cuando la hija de un carnicero de barrio podía mandar a su hija a estudiar a esa escuela, que eran los que tenían alguna condición económica mejor. Los chicos tenían que estudiar, porque los padres tenían hasta cuarto grado nada más. Me recibí en el año 57, comencé de maestra en la escuela 47, una sola maestra para toda la escuela, era una habitación con un grupo de chicos», comenzó diciendo Irma.
Además recordó que «probablemente tenía algún dejo de demasiada obligación de cumplir, pero llegábamos a la escuela y la maestra siempre estaba, nos recibía, formábamos ilera, no era poco mérito ser el más chiquito y primero que lo que pasa ahora que hay que tener cuidado con decir eso. Ingresábamos al aula, mi maestra era muy religiosa, iba a misa antes de ir a clase y había crucifijos al frente del aula y rezábamos dos oraciones. Yo no soy católica, ella fue a mi casa a hablar con mi mamá de que si consideraban que no debía participar de ese acto me buscaba otra actividad, y mi mamá le dijo ninguna religión va a enseñar nada que no sea bueno, pero lo se».
«Aprendíamos, sabíamos, hoy no te puedo decir que se lo que aprendí en la escuela secundaria, no es gran mérito, no soy una persona inteligentísima, pero lo estudíabamos y lo aprendíamos. Cuando veo que tantos funcionarios, tantas personas involucradas o no con la educación y cometen errores costosísimos y nadie paga por eso, si un ingeniero se confunde y hay que volver a hacer la obra, entonces te da a pensar que si trabajaste 31 años como docente, que hice durante esos años, fue útil lo que hice, manejé como debí, dije lo que había que decir, incluí la idea de libertad en el aula, trato de consolarme pensando en que hice lo mejor que pude. A los 23 años ya era directora de la escuela. La escuela N°12 de Villalonga fue en la que di clases, recibí un telegrama, donde mi hermano que era tesorero del Banco Provincia de Villalonga, fue la directora y le preguntó, recibí un telegrama y decía, «si querés trabajar, ejerces el lunes», me sentí una elegida, sentí que nada mejor me podía ocurrir, mi mamá me hizo un vestidito, mi papá me sacó el pasaje en tren y me fui a Villalonga donde me esperaba mi hermano», continúo contando.
También dijo que «llegó un momento en el que sentís que la escuela es tuya y cuando cumplí los 50 años, decidí cuantos querrán que me quede y cuantos que me vaya. Era un placer estar en la escuela. Me reconocen, me invitan mucho a los actos escolares, es muy buena gente la que pasó por la escuela, tuvimos muchísima suerte, gente destacada. Cuando una maestra decía que tenía que repetir un nene, por poco tenías que convencer a los padres que ese nene necesitaba dos años en vez de uno para lograr los objetivos y los padres nos creían ciegamente».
Sobre la actualidad afirmó que «me parece un atentado contra el propio alumno, no tiene sentido, pero si no te pones la ropa anterior no te podes calzar la que sigue, hagamos méritos, cumplamos los horarios. Estoy un poco alejada del tema escuela, mis nietos han asistido a buenas escuelas, pero no comprendo que una cosa se pueda saltear, es como una herida hay que curarla y retornar y si hay que utilizar dos años se utilizarán».
«Mi tarea de ama de casa se limita a cocinar, pero nosotros siempre almorzábamos y cenábamos los seis juntos. Mi marido trabajaba mucho, más en épocas de cosechas. Ahora hay mucha gente boliviana, trabajadores como pocos. Lo hice muy convencida el jubilarme, el día que cumplí los 50 años, presenté ambas renuncias, la de docente y secretaria de la escuela media, ese día me despedí. Mediodía me costó no levantarme y firmar. Nunca pregunté si el sueldo era un problema o no, creíamos que fundábamos una escuela sin sueldos, pero nos encantaba hablar de crear una escuela, pero creo que eran sueldos bajos», dijo Irma, docente jubilada.
Para cerrar refirió que «el hecho era que aquello era bastante formal, a veces más de lo que hoy me gustaría, pero era para aprender, todo lo demás lo hacían los padres, pero lo hacían. La información social, sexual, los padres eran los primeros educadores. La formalidad, el sacar una hoja, el escribir, sumar, restar, multiplicar y dividir. Cuando fui por primera vez a la escuela algunos ni dominaban el lenguaje, pero eran todos logros, los chicos sabían la tabla del 2 y salían de primer grado leyendo y hoy pasó de moda. No entiendo el tema del uso de la E, el lenguaje inclusivo, que digan docentas, intenté entenderlo pero no, no se porqué no podemos decir señores y señoras pero escapa a mis capacidades de comprensión».