El acuerdo entre el fundador del PRO y el candidato de LLA reavivó la enemistad pública y privada entre el ministro y el ex mandatario.
Nadie lo va a reconocer en público, pero después del acuerdo sellado al filo de la medianoche del pasado martes en la casa del ex presidente en Acassuso, estrategas de Javier Milei le hicieron llegar a Mauricio Macri un mensaje para que bajara la exposición pública, una decisión que debería materializarse en estos días después de la encendida gira televisiva que protagonizó este domingo en favor del candidato libertario. “Nosotros nunca nos movimos del lugar en el que estamos. Controlamos lo que podemos controlar”, aceptaron desde el corazón de La Libertad Avanza en horas cruciales para el candidato presidencial, de cara al balotaje con Sergio Massa.
Era cuestión de tiempo, analizaron en estos días desde la oposición, para que Macri, una vez consumada la derrota de Juntos por el Cambio, avanzara en una alianza electoral con La Libertad Avanza de Milei para enfrentar al ministro de Economía, y el ex presidente centralizara de esa manera buena parte de la escena pública en torno al candidato libertario, absorbido ahora por un sector de “la casta” que defenestró en estos meses.
Este lunes, después de que durante todo el fin de semana circularan negociaciones subterráneas, la posibilidad de un cogobierno a futuro y nombres de potenciales funcionarios macristas en el caso de que el economista triunfe el próximo 19 de noviembre, Massa se aprovechó de la centralidad que Macri decidió tomar en la campaña libertaria para volver a rivalizar con el ex presidente y reavivar esa no muy vieja pero profunda enemistad que marcó al vínculo en los últimos años.
Macri y Massa se detestan. El encono es recíproco, y el paso del tiempo solo hizo más que acentuarlo. Hace tiempo que el ex presidente coqueteaba con la idea de amalgamar a parte del PRO con LLA, y así lo había planteado puertas adentro desde el año pasado, para contener al economista y evitar una fuga de votos hacia ese movimiento liberal de derecha repleto de ideas polémicas. Cuando JxC quedó afuera del balotaje, y Patricia Bullrich le avisó al ex mandatario que estaba decidida en apoyar a Milei en la segunda vuelta, el fundador del PRO operó diligente para instrumentar ese acuerdo. No solo por su simpatía con el candidato, si no también por una razón tal vez más profunda que esa afinidad ideológica: su manifiesta aversión hacia Massa.
El candidato presidencial de Unión por la Patria aceptó el duelo, en paralelo a su insistencia por acaparar la atención -y el voto- de los radicales, que en estas horas volvió a intentar traccionar con la excusa del aniversario del triunfo de Raúl Alfonsín, a cuarenta años de la recuperación democrática.
“Dicen que es el canal de Macri y sin embargo acá estoy”, disparó el ministro este lunes en los estudios de LN+, en una entrevista en la que confrontó más de una vez con el ex presidente, en tono serio, tal como le aconsejaron los asesores en comunicación y estrategia de campaña enviados por el PT de Brasil, que, según trascendió, le pidieron que se ría un poco menos, y que sea sobrio en la puesta en escena.
Es que, más allá de Macri, y en medio de una furiosa revuelta en JxC, Massa quedó en estos días otra vez atrapado por la crisis económica y el creciente malhumor social que, esta vez, se manifestó por la escasez en el expendio de combustibles en las estaciones de servicio. A esta altura, razonaban por estas horas en el equipo de campaña de UP, la performance mediática y electoral del candidato es un verdadero milagro con serias chances de ser revalidado el 19 de noviembre.
El ministro-candidato, la figura excluyente de la campaña oficialista -la coordinación de la estrategia electoral pasa pura y exclusivamente por sus equipos-, busca en ese sentido contrarrestar la implosión de la coalición opositora y la ruptura definitiva de Macri con los radicales referenciados en Gerardo Morales con un llamado a un “gobierno de unidad nacional” cuyo resultado todavía es incierto, a pesar de la creciente predisposición de ese sector de la UCR que, en boca del jujeño, volvió en las últimas horas a enviarle un fuerte mensaje de acercamiento al jefe del Frente Renovador: “Todo lo que tenga que hacer para que no gane Milei lo voy a hacer”, aseguró.
Massa finge seriedad, pero se regodea con esas rencillas opositoras. El fin de semana, el funcionario habló por teléfono con el gobernador Rodolfo Suárez para interiorizarse por los incendios en Mendoza, y se comunicó con Sergio Berni para enviar ayuda a esa provincia. Es ministro, candidato y suele suplir además a Alberto Fernández, el presidente en funciones. El único habilitado para hablar es el candidato presidencial.
En el massismo saben que, de cara al balotaje, no les sobran los votos. Pero están convencidos de que la alianza entre Milei y Macri, y el papel central que definió jugar el ex presidente -la reunión que selló el acuerdo, del pasado martes al filo de la medianoche, tuvo lugar en su casa de Acassuso-, ofrece una buena oportunidad para confrontar con el fundador del PRO y remover las heridas internas ocasionadas por esa flamante sociedad.
Según pudo saber, legisladores nacionales electos de LLA podrían plantear próximamente y en público, de manera más formal y homogénea, la disconformidad con el pacto alcanzado entre Macri y el candidato libertario. Algunos ya lo hicieron puertas adentro, y aprovecharon la movida para poner reparos a algunos proyectos. Uno de ellos es Sergio Vargas, el senador provincial electo que más votos sacó en la provincia de Buenos Aires, que protestó por la propuesta de Victoria Villarruel de mudar a la Aduana a la órbita del Ministerio de Seguridad, tal como lo habrían publicitado la semana pasada tres asesores de la candidata a vicepresidenta, uno de ellos ex director de esa área durante la época de Juan José Gómez Centurión. Vargas es funcionario en licencia de ese organismo.
En el seno de LLA circulan además versiones de inquinas internas. Ese incipiente revuelta palaciega, ¿podría incluir a Carlos Kikuchi, uno de los principales armadores del candidato?
Según trascendió de fuentes macristas, el ex presidente ungió como uno de sus articuladores con el equipo de LLA al senador José Torello, de su más absoluta confianza, uno de sus históricos amigos. Se mencionan además cada vez más dirigentes del PRO que podrían prestar servicios en un eventual gabinete libertario si es que Milei triunfa en las elecciones. El rechazo a Massa es un aglutinador común del universo macrista. “Massa es la peor opción, creo que con Milei hay una pequeña chance de que salga bien, más después de este golpazo que se pegó”, remarcó uno de esos allegados a Macri que fue ministro durante su gobierno.
Cerca de Milei hay incertidumbre. La centralidad de Macri, aseguran, es un arma de doble filo que puede hacerle perder al candidato a la Presidencia la originalidad anti casta con la que capitalizó buena parte del descontento social para suplir la fragilidad de su armado y la debilidad con la que otro sector del electorado analiza a su figura.
Ya durante la campaña de Bullrich, después de las PASO, en la batería de focus encargados para testear el humor social se había concluido que el ex presidente no tiene una buena aceptación en una porción grande de la sociedad, más bien lo contrario, en especial en el conurbano bonaerense, donde Massa se hizo más fuerte en las elecciones generales. En su momento, la ex ministra de Seguridad decidió sin embargo incorporar al fundador del PRO a su campaña para cortar de cuajo con los flirteos entre el ex jefe de Estado y el economista libertario.
En ese contexto, la historia de desencuentros y aversión acumulada entre Massa y Macri lleva ya varios años, y el resultado del balotaje puede inclinar la balanza, para uno u otro lado, de ese vínculo tortuoso.
La última vez que ambos hablaron por teléfono, según trascendió públicamente, fue en mayo del 2019, después del intento de acercamiento con otros sectores políticos lanzado por el ex presidente antes de las PASO que perdió por algo más de quince puntos frente a la dupla Fernández-Fernández de Kirchner.
Un par años antes, en el 2016, Massa se había opuesto a que los familiares de los funcionarios pudieran acceder al blanqueo impulsado por la Casa Rosada y que, finalmente, el propio Macri introdujo por decreto. En todo ese tiempo, durante la gestión de Cambiemos, hubo numerosas idas y vueltas, mucho menos conflictivas en territorio bonaerense: el ministro de Economía fue uno de los principales garantes de la gobernabilidad de María Eugenia Vidal.
Al principio del gobierno, Macri no solo lo recibió antes que nadie y a solas, horas después de asumir, en Casa Rosada, si no que incluso lo subió al avión hacia Davos, en la gira en el foro financiero y empresario en el que lo presentó a Massa como uno de los jefes de la oposición. Es más: antes de eso, y de llegar a la Casa Rosada, el jefe del PRO y su mujer, Juliana Awada, habían recibido para cenar milanesas en el departamento que entonces habitaban sobre la avenida Libertador al ex intendente de Tigre y Malena Galmarini, una comida cuyo objetivo consistía en la posibilidad de acordar de cara al futuro.
Macri después le colocó el mote de “ventajita”, lo que fastidió especialmente al ministro. “Es un cínico inconsistente”, lo acusó en septiembre pasado. Ahora, Massa quiere sacarle el jugo a ese disputa. El ex presidente confió entre sus íntimos que le preocupa, y mucho, lo que pueda pasar a partir del próximo 10 de diciembre si el ministro es presidente. El estilo de ejercicio de poder del tigrense le provoca una mala corazonada.