El Flaco, campeón del mundo con Argentina en 1978, falleció a los 85 años.
El fútbol argentino, de luto: a los 85 años, murió César Luis Menotti. El ex director técnico de Argentina campeona en 1978 y Director de Selecciones que respaldó a Lionel Scaloni en la gesta que decantó en el título en Qatar 2022, dejó un legado eterno, tanto a partir de su estilo y filosofía, como también desde la organización que sentó las bases de las mejores épocas del combinado nacional.
Menotti es el director técnico que ganó el primer Mundial con la selección argentina, el que marcó un antes y un después, en octubre de 1974, con su trabajo a largo plazo en tiempos de inestabilidad institucional en el país y en la AFA, el que generó la primera gran grieta futbolera nacional en sus polémicas con Carlos Bilardo desde 1982, el que forjó uno de los mejores elencos de la historia con el Huracán del 73, el de frases efectistas recordadas por muchos acerca de distinta clase de jugadores, al que fue a buscar nada menos que Josep Guardiola cuando se iniciaba en su carrera de entrenador, o el que sostiene que admira más a los músicos y cantantes que a cualquier personaje de su propio ambiente.
Para los que gustan de marcar contradicciones a un personaje que tomó tanto partido por cada una de sus ideas (futbolísticas, artísticas o políticas), Menotti nació un 22 de octubre de 1938, en Rosario, pero en su DNI aparece como que esto ocurrió días más tarde, el 5 de noviembre, porque su padre tardó en inscribirlo.
El propio Menotti sostiene que si escucha que lo llaman “Cito” es por alguien que lo conoce desde pequeño porque ese fue su primer apodo, si bien no sabe si es derivado de “Cesarsito” o si es en homenaje a Vicente Zito, gran jugador de Racing Club de los años treinta, integrante de la recordada “Bordadora”, la delantera de ese equipo que tanto admiraba su padre Antonio, fallecido en 1955, cuando él sólo tenía dieciséis años.
Se refugió entonces, en la casa de sus amigos Agustín (delegado comunista de La Fraternidad) y Chacho Rena, sus amigos del barrio de Fisherton. “Me cuidaron, me obligaron a rendir las materias porque yo dejé de ir al colegio, me ponía trajes, me peinaba como Gardel para que me dejaran entrar a lugares de mayores, me juntaba con gente grande. Me salvaron los Rena y el boxeo, porque escuchaba historias de gente que se malogró por el chupi y que pintaba para crack, y me di cuenta de que me tenía que cuidar”, recordó con el paso de los años.
Fue “Chacho” Rena quien lo convenció para afilarse al Partido Comunista. “Yo era peronista, militaba en el barrio, escribía en las paredes Perón Vuelve después del 55 pero un día, Chacho me mató: ‘Mirá dónde se fue Perón: a Panamá con un dictador, y después a Paraguay con Stroessner, otro dictador, y a España con Franco. ¿No te dice nada eso?’ Y me mató”, relató en una oportunidad.
Hijo único, su padre Antonio había peleado con los mejores boxeadores de Rosario, gran deportista y bailarín, que murió joven, a los 51 años, por fumar. Peronista, su casa fue baleada dos veces, según cuenta Menotti, por disputas internas del partido. “Nos mentalizamos que cuando mi viejo prendiera la luz, nos tiráramos al piso por precaución”.
Se crió jugando al básquet en el club Social y Deportivo Unión Americana. “Allí vi una película de Hugo del Carril sobre la vida de Betinotti (guitarrista y payador argentino) y me fui llorando a casa. Un día levantaron las canchas para los bailes y eso le dio bronca y escribió “chorros” en una de las paredes y lo vino a buscar la Policía. “Pregunté, haciéndome el gil ‘¿por qué a mí?’. ‘Porque usted es el único que por altura puede llegar ahí y porque la letra es la misma de su solicitud de ingreso’”. Le dieron 30 días. “Éramos una banda que hacía lío cuando las cosas no nos parecían bien”, reconoció.
Lo venían a buscar siempre de Rosario Central y Newell’s Old Boys “pero mi viejo los sacaba a patadas. Mi amigo, en el ferrocarril, trabajando mucho ganaba 800 pesos y yo, jugando ligas locales, los domingos, ganaba 1000. Yo era muy hincha de Central, y me ponía en el alambrado cerca del Tato Mur (Alejandro Mur), mi ídolo. En los segundos tiempos, cambiaba de lado para verlo de cerca”, relató en una entrevista.
Se fue a probar a Huracán y Vélez y le fue bien pero ninguno podía pagarle lo que cobraba en las ligas rosarinas. Después, apareció Rosario Central por un partido que jugó con la escuelita en Totoras, y le ofreció 2500 pesos por mes (él mintió diciendo que en las Ligas cobraba 2000). “Cuando se lo comenté a mi mamá se puso a llorar como si yo hubiese llegado a la luna. Ella y mi papá eran fanáticos de Central, me llevaban de la mano a la cancha”. Allí se hizo muy amigo del Gitano Miguel Antonio Juárez, diez años mayor. Debutó en Central con Luppi de DT, el padre del actor, Federico. “Ganamos 3-1 a Boca. Jugamos con la camiseta roja porque el presidente Flynn decía que como Independiente lo tenía de hijo a Boca, era mejor así”, recordó.
El propio Menotti se autodefinía como futbolista: “Medio caprichoso, y cuando las cosas me salían mal, me tiraba contra la raya izquierda. Me enojaba cuando empezaban a tirar pelotazos. Una vez en Boca, contra Banfield, nos quedamos con diez y Antonio Rattín se me acercó y me dijo ‘Flaco, bajá a ayudar, ¡corré!’, y le contesté: ‘Lo único que falta es que yo tenga que bajar a correr. Corré vos’. En el vestuario, después, Rattín me dijo de todo”. Era un jugador habilidoso, lujoso, con remates de mucha potencia de media distancia, aunque él mismo le daba una explicación al no haber trascendido más. “A mí me agarró la peor época del fútbol argentino, cuando se pusieron de moda los equipos que luchaban. Un fútbol de mierda”.
Debutó en 1960 en Rosario Central con sólo seis partidos en Reserva y jugó allí cuatro años hasta que pasó a Racing en 1964 y a Boca en 1965. Alberto J. Armando, el carismático presidente xeneize, nunca le perdonó que errara un penal contra Real Madrid con el que Boca perdió la Copa Mohamed, en Marruecos, y en 1967 emigró a los Estados Unidos para jugar en The Generals de Nueva York, y en 1968 viajó a Brasil para jugar por el Santos de Pelé y fue campeón paulista de ese año. Estuvo allí dos años y en 1970, pasó al Juventus de San Pablo, donde se retiró y ese mismo año empezó como ayudante de su amigo Juárez, en Newell’s. En realidad, le ofrecieron el cargo de DT a él, que tenía una agencia de autos en Rosario, porque era conocido del presidente Valenti, pero no aceptó y propuso a Juárez, que trabajaba en Platense. Terminaron armando un gran equipo con el “Mono” Obberti, Chazarreta, Mario Zanabria y Ramón Cabrero. La base del que saldría campeón dos años más tarde.
Como jugador, también formó parte de la selección argentina. Debutó ante Uruguay el 15 de agosto de 1962 por la Copa Lipton, participó del Sudamericano (actual Copa América) de 1963 en Bolivia y tuvo algunas participaciones hasta 1968.
Su vida como DT cambiaría para siempre en 1972, cuando fue convocado para dirigir al plantel de Huracán y se encontró con jugadores de primer nivel surgidos del club, como Miguel Brindisi y Carlos Babington, a los que se sumaron veteranos como Jorge Carrascosa, Alfio Basile y Roque Avallay, un talentoso volante como Omar Larrosa y especialmente, un muy hábil puntero derecho desde Defensores de Belgrano, desde el ascenso: René Houseman.
Ese equipo de Huracán no sólo ganó el Metropolitano de 1973, el primer título profesional de la historia del club, sino que desplegó un fútbol brillante que proyectó a Menotti a la selección nacional tras el Mundial de Alemania Federal en 1974, en tiempos de enorme inestabilidad política e institucional en el país y en la AFA.
El fútbol argentino tendría la posibilidad de organizar un Mundial en 1978 y por primera vez, apostó por un proyecto a largo plazo, en el que Menotti proponía volver a las fuentes pero con una dinámica distinta en el juego, para lo que propuso ojear jugadores en todo el país, trabajar con los juveniles y tratar de que las estrellas no salieran al exterior por un tiempo para disponerlas para elaborar un equipo de base.
Así, su ciclo dio comienzo el 12 de octubre de 1974 en el Monumental, en un amistoso ante España que finalizó 1-1 y que en la previa, un grupo de adolescentes posó con el cartel con una letra cada uno que decía “Bienvenidos a la Argentina potencia”. Juan Domingo Perón había fallecido tres meses antes, y el país entraría, poco más de un año más tarde, en tiempos oscuros y allí, con el golpe de Estado y los cambios en la AFA, Menotti sintió que su proyecto llegaba a su fin.
Como DT de la selección, tuvo problemas con la dictadura y estuvo a punto de renunciar. En una oportunidad, cuando ya la AFA estaba dirigida por Alfredo Cantilo y se habían ido los dirigentes David Bracutto y Paulino Niembro (los que lo llevaron), el nuevo mandatario futbolístico le dijo: “Mire, César, lo único serio que hay acá es esta carpeta que preparó usted. Espere, démonos un tiempo”. “Cantilo había sido elegido por todos los votos menos Ferro, pero venía del Opus Dei y yo pensaba ‘¡Dios mío!’. Pero a los tres días, me dio la mano y me dijo ‘le doy mi palabra de honor de que esta carpeta va a ser respetada desde la primera a la última página’, y cumplió. Después, en 1979, Julio Grondona me dijo al asumir que no podía ser presidente de la AFA si yo no era el director técnico. “Usted y yo vamos a cambiar la historia del fútbol argentino”, me dijo. Igual detesto el modelo del caudillo, en el fútbol y en la política. Me gusta más la conducción participativa”, rememoró.
“Yo militaba en el PC, tenía mis dudas, me reunía con mucha gente que me decía que valía mucho más pelearla desde adentro que desde afuera. Conocí a muchos dirigentes peronistas torturados, que se usaba la picana eléctrica, no me puedo hacer el boludo. Lo que nunca me imaginé fue lo otro, que tiraran tipos de los aviones, los 30 mil desaparecidos, pero una semana antes de empezar el Mundial, en la concentración argentina cantaron El Flaco Spinetta, Anacrusa y Castiñeira de Dios, Susana Rinaldi y Binelli, el primer bandoneón de Pugliese. Yo iba a lugares adonde no iba nadie, a escuchar a Armando Tejada Gómez, Chabuca Granda, al Cuarteto Zupay. Ahí no iba ninguno de los que después, con la democracia, aparecieron como revolucionarios, ¿eh?”, recordó, y llegó a aseverar que en esos tiempos tuvo treinta días escondida en su casa a una militante de Montoneros.
Si hay un hecho polémico previo al Mundial de 1978 fue que de una primera lista de veinticinco jugadores, dejó afuera a un muy joven Diego Maradona, de 17 años, al igual que a Humberto Bravo y a Víctor Bottaniz. “No me arrepiento porque fuimos campeones. Pudo haber sido un error, sí, pero en ese momento hice lo que creí que había que hacer, y fue por cuidarlo, más que nada. Estaba enamorado del juego de Diego pero qué se yo… Lo vi tan chiquito, tan joven. Sentí que tenía que elegir entre tipos grandes. Sé que Diego eso no me lo perdonó jamás”, comentó muchos años más tarde en una extensa entrevista con la revista El Gráfico.
Desde 1976, con el golpe de Estado, el Mundial 1978 se había convertido en un tema de Estado, mientras los medios dividían aguas entre Menotti y el veterano director técnico de Boca Juniors, Juan Carlos Lorenzo, con el que los xeneizes ganarían un torneo argentino, dos Copas Libertadores y una Intercontinental. Menotti aparecía tratando de imponer una línea estética que regresara al fútbol de toque de mayor tradición, y Lorenzo, como un táctico europeísta, con un fútbol basado más en lo sistémico que en el talento individual.
Con Maradona tendría muchas idas y vueltas. En 1979, un año más tarde, ganaría el Mundial Sub 20 de Japón con lo que consideró siempre el mejor equipo que jamás dirigió, el que también integraban Juan Simón, Osvaldo Rinaldi, Juan Barbas, Ramón Díaz y Gabriel Calderón, y de hecho, cuenta que el gol que más gritó fue el de Díaz a la URSS en la final “por identificación con el plantel y su juego”.
Por aquel tiempo, Menotti ya era una personalidad, con fanáticos y detractores. Escribió dos libros, “Cómo ganamos el Mundial”, donde contó en detalle los mecanismos utilizados para la gran conquista de 1978, y en 1980, “Fútbol-Juego, Deporte y Profesión”.
Tras el Mundial 1978, Menotti siguió trabajando en la selección argentina por cuatro años más, con la mira en España 1982, con la base anterior y el agregado de los campeones juveniles en Japón, pero muchos sostienen que la soberbia por los títulos conseguidos lo fue distanciando. Algunas semanas previas al Mundialito que organizó Uruguay en diciembre de 1980, lo volvió a enfrentar con Maradona, quien se negaba a concentrarse porque por primera vez, Argentinos Juniors contaba con serias chances de ganar aquel torneo Nacional, y en una dura charla entre ambos, Menotti le dio a entender que de no sumarse al equipo, tal vez podría perderse también otro Mundial. Maradona aceptó pero Argentinos Juniors quedó eliminado del torneo.
Una situación parecida se vivió en los meses previos a España 82, cuando Maradona fue nuevamente objeto de tironeo entre Menotti y su club, en ese momento, Boca, porque su contrato con los Xeneizes, antes de pasar al Barcelona una vez que finalizara el Mundial, era de un año y medio desde inicios de 1981 y de estar cuatro meses concentrado con la selección argentina, perdería todo el Nacional 1982, cosa que finalmente ocurrió (Ferro Carril Oeste, con Carlos Griguol –en aquel momento, otro entrenador que la prensa oponía a Menotti- fue el campeón).
Durante el Mundial de España 82, la concentración argentina en Villajoyosa, Alicante, vivió el contexto mediático de la guerra de las Islas Malvinas contra Inglaterra. Según Menotti, el día futbolístico más triste de su vida fue cuando Argentina perdió 2-1 ante Italia en la segunda ronda. “Me dijeron los periodistas italianos que el árbitro sería un rumano hincha de la Juventus. Grondona no tenía peso en la FIFA pero le pregunté por qué no iba al sorteo y me dijo que no pensara en esas cosas y nos afanaron de una manera… A Diego lo mataron a patadas, no nos dieron dos penales, cobraron offsides que no eran”.
Una vez finalizado el Mundial de España, en el que la selección argentina quedó eliminada en la segunda fase por Italia y Brasil, Menotti se reencontró con Maradona en el Barcelona, cuando fue convocado para reemplazar a Udo Lattek. En esa temporada, 1982/83, ganó la Copa del Rey y la Copa de la Liga pero sólo pudo ganar una Supercopa de España y su ciclo, que sufrió la lesión del crack argentino por una terrible falta de Andoni Goicoetxea, del Athletic de Bilbao), acabó con escándalo en aquella final de la Copa del Rey en el Santiago Bernabeu ante el conjunto vasco que dirigía otro entrenador con el que Menotti tuvo un fuerte debate en los medios, Javier Clemente. Todo terminó, a mediados de 1984, en una batalla campal ante la mirada de un joven rey Juan Carlos I de Borbón, en el palco.
También desde 1982 tuvo un encarnizado enfrentamiento con Carlos Bilardo, con quien tenía una buena relación en los años setenta. “Acá hubo una prensa infame, un sector del periodismo que siempre va a tener los zapatos nuevos porque, como dice el tango, ‘siempre van a estar de rodillas’ y entonces no gastan en zapatos. Son los encargados de chuparte las bolas, como algunos periodistas de mucho peso que me chuparon las bolas de una manera vergonzosa cuando fui campeón del mundo y fueron los mismos que después del 82 se pusieron del lado de los poderes. Yo sé que para esto me preparé toda la vida, para debatir. Adentro y afuera de la cancha. Mano a mano con cualquier entrenador, con cualquier periodista. Estoy preparado para un debate serio, ahora para decir las boludeces que dicen en la tele… Ese periodismo me molesta mucho. A la gente que trabajó conmigo siempre les digo que no me nombren en los medios, porque los empiezan a joder los periodistas que no me quieren”, sostuvo años más tarde.
Con Bilardo tenía una relación que define como “cordial” hasta que éste agarró la selección en 1982 pero que fue “una disputa personal y algunos se subieron a esa pelea sin ningún respeto por esas ideas. Yo jamás me pelearía con un tipo porque haga líbero y stopper. Se magnificó porque cada uno ganó un Mundial pero era un debate que no valía cinco centavos”, llegó a decir. Los medios comenzaron a tomar partido por las ideas de uno o de otro, hasta generarse una grieta que, aunque debilitada, continúa en cierto modo hasta hoy y se acentuó en México 86 con la frase de que Maradona “dejó de vivir como un barrilete” que dio lugar al notable relato del gol a Inglaterra de Víctor Hugo Morales de “barrilete cósmico, de qué planeta viniste?”.
En 1986/87 fue convocado por la dirigencia de un Boca que salía de una crisis que casi lo lleva a la quiebra y en pocos partidos, fue protagonista del torneo con su estilo muy identificable de juego, aunque el campeón fue Rosario Central, y escribió junto a Angel Cappa el libro “Fútbol sin trampas”.
Cuando parecía que Boca se afirmaría en los primeros lugares con un equipo ya ensamblado, Menotti informó que se iba al Atlético de Madrid para la temporada 1987/88 por “asuntos personales” y aunque consiguió un hito histórico al golear 4-0 al Real Madrid en el Santiago Bernabeu, su equipo no consiguió nunca una regularidad y acabó yéndose nueve fechas antes del final de la Liga por desavenencias con el presidente Jesús Gil y Gil.
Tampoco tuvo suerte al regresar a la Argentina para dirigir a River en 1988/89, pese a la contratación de jugadores como Batista, Borghi y el regreso desde Europa de Passarella, duró muy poco en Peñarol en 1989/90, donde fue despedido por malos resultados y en agosto de 1991 fue convocado para dirigir a la selección de México, donde permaneció un año y medio y logró que emergiera una nueva generación, encabezada por Alberto García Aspe, Luis Hernández, Carlos Hermosillo, Jorge Campos y otros. En ese tiempo llegó a filmar una publicidad de una marca de teléfono con la reconocida actriz María Félix, de la que había estado enamorado desde muy joven: “Yo les digo a mis amigos que ella fue el amor de mi vida y todos se ríen, pero es verdad”.
Para la temporada 1993/94 volvió a ser llamado por Boca, pero su campaña fue irregular. Perdió 0-3 contra el River de Américo Gallego, y no pudo pasar del grupo clasificatorio de Copa Libertadores 1994, con los brasileños Cruzeiro (con Ronaldo) y Palmeiras y Vélez. Con el Palmeiras llegó a caer 6-1 en San Pablo.
En 1996 asumió en Independiente y la hinchada se había identificado con el equipo, pero cuando estaba muy cerca de pelear el campeonato con River, se fue a pocas fechas del final por estar “en desacuerdo con el sistema de disputa de los torneos en la AFA”, en una tumultuosa conferencia de prensa flanqueado por el presidente de Independiente, Héctor Grondona. Sin embargo, se confirmaron con las horas las versiones de que había sido contratado por la Sampdoria, con Klinsmann y Ariel Ortega. A las ocho fechas fue sustituido por malos resultados… Y volvió a Independiente hasta 1999, pero tampoco le fue bien.
Él dice que lo echaron. “Se lo dije a Héctor Grondona… Si te venden a Acuña, Calderón y Matute Morales, es obvio que perdemos el campeonato y me estás empujando. Si se quedaban, yo no me iba”
En 2002 tomó la dirección técnica del club de sus amores, Rosario Central, pero tras un comienzo arrasador, con 5 triunfos y un empate (el clásico ante NOB entre ellos), fue despedido en la fecha 15, y en 2005 dirigió otra vez a Independiente pero duró ocho fechas y volvió a ser despedido. Luego, un breve paso por México: en 2006 dirigió al Puebla y en 2007 a los Tecos.
Su cuarto paso por Independiente llegó en 2009 cuando el presidente del club, Julio Comparada, lo contrató como manager, pero tuvo muchos choques con el DT Gallego, que fue despedido y lo culpó por esta situación. Menotti entonces recomendó a Daniel Garnero como DT, pero éste obtuvo malos resultados y ambos se fueron del club.
En una entrevista con Jorge Lanata, en TV, reveló que las personas que más admiró en su vida no eran del mundo del fútbol sino de la cultura, y citó a Osvaldo Pugliese, Aníbal Troilo, Serrat y Mercedes Sosa, de los que fue amigo, o los viejos bluseros ingleses. También era amante del boxeo, especialmente de Nicolino Locche y Carlos Monzón, y del mexicano Julio César Chávez, “quien fue el primero que me enseñó que para meter la mano izquierda, había que ir con la derecha adelante”, señaló.
También tuvo un largo diálogo con Jorge Luis Borges, poco después del Mundial 78, quien le dijo “usted debe ser muy famoso” y le respondió “Bah, no sé sólo fui campeón del mundo”, y el genial escritor remató “porque acá ha venido gente muy importante y es la primera vez que la mucama me pide un autógrafo”.
Enamorado de las armas, siempre tuvo escopeta y pistola, le gustó siempre la caza. En 1987, en un Estudiantes-Boca en La Plata, en el contexto de su enfrentamiento con Bilardo, sacó un revólver pero después dijo que era de juguete. “Me habían avisado que me harían la cama y cuando pasamos por la tribuna local, estaba roto el alambrado que daba a la barra brava. Me salvó Ruben Darío Insua, que me metió en el vestuario de ellos”.
Menotti dejó recordadas sentencias, como que Hugo Musladini, el marcador central de Boca de los ochenta, era un “pichón de Passarella” pero también lo dijo del uruguayo Paolo Montero y acertó, o que Sergio Agüero era lo más parecido a Romario en la definición, y calificó a Josep Guardiola como “el mejor entrenador de los últimos treinta años” y quien debería dirigir a la Selección “con tres jóvenes que siguieran su trabajo para aprender”.
Antes de comenzar su carrera de entrenador, Guardiola viajó especialmente a la Argentina para hablar con Menotti y con Bielsa. “Estuvimos en Piégari desde las nueve de la noche hasta las tres de la mañana y al final le dije “creo que el fútbol te dio mucho y por eso vos tenés cierta obligación con el fútbol. Estás recontra preparado para ser uno de los mejores entrenadores del mundo”.
“Guardiola es uno de los pocos entrenadores del mundo, no sé si alcanzan los dedos de una mano, que abren la puerta de un vestuario, dicen buenas tardes y todos ya saben cómo tienen que jugar”. Se lo dijo a Pep en una de sus visitas a la Argentina cuando dirigía al Bayern…”¿notás que Robben juega para vos? Ahora va hacia la derecha, amaga, y la pasa para atrás. Antes, pateaba todas al arco”.
“Guardiola asesinó a los periodistas boludos, los decapitó, felizmente. Les cortó la cabeza, las patas, se acabó, no se puede hablar más, lo que no significa que no se pueda ganar de otra manera, pero lo que ellos pregonaron acerca de que no se puede ganar jugando lindo, que hay que ganar y punto, se acabó. Logró lo que ni siquiera pudo Brasil del 70″.
En el fútbol, siempre destacó a Rinus Michels, el hacedor de “La Naranja Mecánica” holandesa en el Mundial 1974, y fue amigo de otro Flaco, el holandés Johan Cruyff, así como de su colega mexicano Miguel Mejía Barón.
Fue compañero de Pelé, a quien considera el mejor de todos. “Cuando se habla de fútbol, a Pelé lo saco porque fue un extraterrestre. Era una cosa de locos. Saltaba a cabecear y Rattín, que era muy alto, le llegaba a los huevos. Imposible”.
“Hay verdades absolutas en el fútbol y hay mentiras recontra evidentes, como decía Manuel Vázquez Montalbán. Por ejemplo, la pelota no se lleva, se pasa. Ese es un punto de partida. Un tipo lleva la pelota veinte metros y se la da al que tiene al lado. ¿Para qué carajo? Ahí nace la calidad del entrenador, en el mejoramiento desde su convicción y conocimiento de las individualidades”, sentenció, y sostuvo que el fútbol “tiene cuatro acciones: defensa, recuperación, gestación y definición”, pero concluye que “existe el marxismo, el capitalismo, el peronismo. El menottismo es un disparate como metáfora futbolística, una boludez”. Tampoco deja de lado la política: “la palabra progresismo me hace doler las bolas: no sé qué carajo es el progresismo, no veo que nada progrese”.
Cuando le pidieron que se definiera como DT, admitió ser “ansioso pero tengo muchas convicciones y el sentimiento no me saca de contexto y además, mi respeto por el fútbol es demasiado grande para mostrar tristeza por el no resultado o una alegría que sea agresiva con el otro. Una vez, como DT de Huracán, le metimos 4-0 a Central y me retiré cinco minutos antes. Le ganamos 0-1 con Independiente al Boca de Bilardo y no grité el gol”.
Estuvo sin dirigir durante muchos años por no estar casi nunca de acuerdo con el sistema y sin deseos de emigrar para estar en contacto con sus nietos, Menotti nunca se dio por vencido: “Yo no me retiro nunca. Sólo la muerte te puede retirar”.