No sólo exhibió escasos argumentos futbolísticos, sino que Luciano Molini, el «1» tricolor, fue figura con tres intervenciones que pudieron haber inclinado la balanza para el bando visitante.
Molini tapó un par de pelotas arrojándose con los pies con anticipos rápidos -uno ante Axel Pereyra y otro frente a Leonel Iriarte, ambos en el complemento- y arañó un balón que llevaba destino de red ante un disparo de media distancia de Ever Ullua.
En contrapartida, el golero marplatense, Alan Baez, casi no tuvo intervenciones, salvo un par de remates débiles de parte de Ezequiel Cérica: a los 8 del PT y a los 4 del ST, tras un centro de Jara.
El tricolor no tuvo la reacción de los últimos dos partidos disputados como local, donde luego de un primer tiempo apático encontró respuestas en el complemento y se llevó los tres puntos.
Se podría decir que sintió la ausencia de Sebastián Jeldres -tendrá para rato por una lesión ósea en un pie-, Federico Mancinelli (estuvo en el banco), Agustín Cocciarini y Nicolás Ihitz (fueron preservados por molestias), parte de la columna vertebral, pero resulta demasiado sencillo excusarse en eso cuando casi todas las piezas en cancha jugaron por debajo de su nivel, excluyendo al arquero Molini.
Kimberley planteó un partido cerrado. Es un equipo que suma muchos empates en el torneo -ya son 5 de visitante- y que tiene oficio para restarle capacidad a los encargados de generar fútbol en el equipo contrario. Mignini jugó con un equipo corto en 40 metros y le restó movilidad a Enzo González -incómodo, fastidioso y en el primer tiempo casi no gravitó- y le puso escollos a Petinerolli y Maxi López, quienes terminaron siendo intrascendentes.
Para eso fue clave el trabajo del experimentado batallador Nahuel Roselli en la mitad, además de la astucia de Ezequiel Goiburu para hacer pesar su habilidad con el balón en sus pies. Atrás, los centrales, y los laterales, tuvieron un papel destacado cuando Villa Mitre intentó vía pelotazos para Gabriel Jara, o centro al área, variantes que tampoco funcionaron.
Mungo, en el complemento, apeló a los cambios. Primero sacó al «9» de área, Cérica, y puso a Vivani para juntarlo con Jara, pero nada le hizo mella al cómodo esquema de Kimberley. Luego ingresó Tomás Ibarra, de gran estatura, y probó, en lo minutos finales, con toda la carga ofensiva que podía poner en cancha: Goberville y Schiavoni.
Sin embargo, las ideas nunca afloraron. Los gestos de Mungo fueron elocuentes, aunque el técnico intentó por todos los caminos y se limitó a esperar que algún revulsivo pudiera resolver el problema.
Lo único positivo es que no se perdió y que el equipo, al menos hasta mañana cuando jueguen sus partidos Olimpo (en Tandil) y Germinal (en Rawson), mira a sus rivales desde lo más alto.
Pero el hincha se fue sabedor de lo poco que ofreció el tricolor. Algunos terminaron cantando: «pongan huevo, huevo Villa Mitre…, que el domingo cueste lo que cueste, el domingo tenemos que ganar».