Es la vara que mide cada año de Boca, desde hace ya mucho tiempo, pero fundamentalmente a partir de la llegada de Juan Román Riquelme a la conducción del fútbol. No por una cuestión caprichosa, pero sí por los antecedentes que marcan que cada proceso se cortó o bien cuando la competencia internacional se terminó o bien cuando ésta se puso en jaque.
Y ahora que el 2024 copero del Xeneize llegó a su final (al menos en materia de recuperar alguna de las coronas que no consigue desde 2008), las certezas alrededor de la continuidad de Diego Martínez al frente del equipo brillan por su ausencia. Más bien, parecen haber algunos exámenes por delante que le ponen un plazo (fijo) a la chance de que el trabajo del Gigoló tenga una segunda versión en 2025.
Claro, la eliminación ante Cruzeiro pudo ser letal, como pasó en la mayoría de los ciclos anteriores. Así lo anunciaba el presente del equipo, en juego y en resultados. Pero, por sobre todo, algo de eso dejaban entrever los comentarios por lo bajo en los días previos a la ida ante los brasileños.
Por entonces, los tres partidos por venir serían decisivos para el DT. Y si bien el objetivo principal (pasar a cuartos de final) no se logró, todo lo que pasó entre el encuentro ante los brasileños en la Bombonera y el inicio de la definición por penales en el Mineirao, dejó un final abierto para una historia que ahora tiene -al menos- un par de capítulos más por contar.
DOBLE O NADA
Ahora, ¿Por qué se ganó Martínez esa chance? La respuesta hay que buscarla en los 90 minutos de Belo Horizonte, pero también en los 90 que jugó en los segundos tiempos contra los brasileños y contra San Lorenzo en la Bombonera en los siete días anteriores a la eliminación.
Esa costumbre de competir y de entrar en partido cuando todo parece perdido ya es una marca registrada del Boca 2024, acostumbrado a comenzar los partidos perdiendo (acumula ya 20 desventajas en 39 partidos). Por eso, así como se puede valorar favorablemente esa resiliencia, también es una desventaja muy grande que excede a desiciones arbitrales o irresponsabilidades individuales.
CÓMO VEN EL CICLO EN EL CLUB
Ese detalle no pasa desapercibido en las altas esferas del club, conscientes de lo emocionante de las victorias épicas pero algo extenuados de lo mal que juega el equipo por momentos. Por todo esto es que ni la reacción del jueves ni la fatalidad de jugar con 10 son un argumento mayúsculo para sostener en el tiempo un proceso que ya tiene más deudas que otra cosa.
En todo caso, los próximos compromisos y lo peligroso que puede resultar tomar decisiones apresuradas suman más razones para que todo siga igual que una convicción sobre la realidad futbolística del equipo y la pulsión al cambio.
SU RELACIÓN CON EL PLANTEL
Más allá de los conflictos internos que terminaron con Darío Benedetto afuera del club (y con el momentáneo castigo a Marcelo Saracchi, quien luego recibió un indulto por parte del entrenador), la relación del DT con el plantel se reforzó en la adversidad. Conscientes de que la suerte de Martínez no podrá ser ajena de lo que el contexto (léase hinchas) reclame en caso de que el fracaso se lleve puesto a otro cuerpo técnico, el conjunto se comprometió más que nunca en sacar al equipo de esta situación. Y algo de eso se vio reflejado en el césped del Mineirao.
COMPETIR YA Y EL RIESGO COPA ARGENTINA
De todas maneras, la chance de revertir su propio futuro el DT la tiene a la vuelta de la esquina. Estudiantes y Rosario Central serán dos partidos vitales para intentar meterse de lleno en la pelea por el campeonato. Pero lo que puede venir inmediantamente después sí será más determinante.
Porque aunque todavía no está confirmado, en la fecha FIFA previa a los clásicos contra Racing y River, está previsto que se jueguen los octavos de final de la Copa Argentina contra Talleres. Y ahí sí que se jugará una parada fuerte el DT, que si bien no resolverá nada de manera definitiva, la chance tampoco le llega con margen de error: las buenas intenciones y la sensación de injusticia que dejaron las eliminaciones en la Copa de la Liga y en la Sudamericana saben a poco cuando se van acumulando excusas de por medio.
En ese caso, si Boca supera la instancia y avanza rumbo a los cuartos donde espera Gimnasia, y si se encamina en la Liga, y si el clásico en la Bombonera le sonríe como viene sucediendo (o si sólo las más importantes de esas variantes suceden), ahí sí se podrá pensar en que el ciclo de Martínez sentó bases sólidas y las malas que vinieron sean parte de esa construcción en base a esa característica de recuperación de este equipo.
¿SERÁ POSIBLE?
Pero claro, es ir muy adelante en el tiempo y en los resultados y pensar que nada de lo malo que sucedió hasta acá se va a repetir. Y la realidad es que, de tantas veces que la adversidad tocó a la puerta, no parecen casualidad los desbordes emocionales que terminan dejando al equipo en inferioridad numérica, ni tampoco las lesiones inoportunas y hasta la poca confianza en los momentos decisivos parece empezar a darle una marca registrada al ciclo.
Un ciclo que ya tiene un recorrido para poder sacar conclusiones, aún teniendo todavía que terminar de ensamblar a los nuevos. Porque los tiempos de Boca no perdonan. Y sólo el futuro impredecible sabe si la vida extra que tiene Diego Martínez dará resultado o no…