Néstor Moiraghi, que venía con asistencia perfecta, con la 14 y al banco de suplentes.
Primera sorpresa cuando el Departamento de Prensa de Olimpo acercó la planilla de juego.
Siete cambios en el once titular con respecto al equipo que le venía de ganar a Kimberley el sábado pasado. Tal vez hayan sido demasiados.
Distinto dibujo táctico, un 4-1-4-1 furioso en el primer tiempo y melancólico y apechugado en el cuarto de hora inicial del complemento, donde se dejó “domar” bajo la lluvia por un Sol de Mayo con ampulosas limitaciones futbolísticas pero que logró empatar y estuvo cerca de pasarlo a ganar con un cabezazo de Figueroa defectuoso debajo del arco. En esos 15 minutos de emoción violenta el visitante desnudó a un conjunto bahiense que sin el látigo y la rienda corta termina preso de tentaciones que ya a esta altura no debería tener.
Pero bueno, el DT Gastón Lotito apostó a darle rodaje a futbolistas que venían actuando poco y ese “muleto” aligeró su propia carrera ante un contrincante que llegaba con tres derrotas consecutivas y cayéndose a pedazos.
Olimpo movió del medio y arrinconó al viedmense como si fuera un elenco de una Liga inferior. Lo superó en velocidad, fue versátil y eligió abrir la cancha frente a un oponente que no supo cuando ensanchar o en que momento cerrar.
A los 3 minutos, el árbitro Cristian Rubiano no le dio un penal al local más grande que el Carminatti: cuando Groba se aprestaba a definir un centro atrás de Coacci, fue empujado –por la espalda– por Valdebenito, que lo que menos quiso hacer fue ir por la redonda.
Para atacar, el olimpiense desprendió a los extremos y quedó siempre con un 4-1-2-3, movió el balón y con más astucia que juego fue más que un forastero que siempre se sacó el balón de encima sin poder conseguir un equilibro justo con las fichas y entre las líneas.
Más allá del grado y las variables en la búsqueda y la intensidad Olimpo demostró ser más “hombruno” que un Sol de Mayo que encontró un penal (falta ingenua de Coacci sobre Ulises Romero, que enfilaba hacia afuera en uno de los vértices del cuadrante mayor) y el empate casi sin proponérselo.
Los cambios y el 3-4-3 que nunca debió abandonar, volvieron a encender al local, que de ahí hasta el final convirtió en figura al arquero Juan Cruz Nadal.
Rubiano dejó pasar foules groseros y expulsó por doble amarilla a Franco Flores, que le dio una patada criminal y sin anestesia a Espejo. Era roja directa de acá a Japón.