Venezuela, Zimbabue y Líbano terminaron el año pasado con un aumento de los precios al consumidor superior al que registró el Indec.
El pasado jueves el Indec dio a conocer la variación en diciembre del Índice de Precios al Consumidor (IPC) y, con ello, la inflación anual de Argentina en 2022. El resultado (94,8%) fue el valor más alto desde 1991. Hay tres países en el mundo que terminaron con un índice inflacionario aún mayor: Venezuela (305%), Zimbabue (244%) y Líbano (142%).
¿Qué pasó en esos países? La situación de cada uno es muy diferente, pero un punto en común es que los tres casos hay factores que van mucho más allá del aspecto netamente económico y de los desajustes que provocó la pandemia del Covid-19.
Venezuela
No sorprende que Venezuela encabece el ranking mundial de inflación. Si bien dejó atrás el período hiperinflacionario, sigue sufriendo de aumentos de precios alarmantes. Los analistas destacan el recorte del gasto público que llevó adelante el gobierno de Nicolás Maduro para intentar equilibrar sus cuentas públicas. La eliminación del subsidio a los combustibles y las restricciones al crédito bancario fueron parte de las medidas que le permitieron reducir el déficit fiscal y dejar atrás los índices de inflación mensual superiores al 50% (umbral de la hiperinflación). Sin esas medidas, la situación probablemente sería mucho peor.
No obstante, los desajustes económicos de Venezuela tienen una larga génesis y siguen siendo muy grandes. Los índices de inflación actuales (37,2% en diciembre) sugieren que deberá pasar mucho tiempo para acercarse a algo digno de llamarse “estabilización”. Según los expertos la economía venezolana está atravesando un proceso de “dolarización voluntaria” de un sector de la población, que conduce a que los sectores de menos ingresos y aquellos que no tienen acceso al dólar se vean lentamente desplazados de la economía, siendo obligados a pagar más por cada dólar y a enfrentar indirectamente las consecuencias de una inflación dolarizada.
A todo esto se suma que el gasto público volvió a acentuarse desde mediados del 2022, en un escenario en el que el Gobierno no puede obtener financiamiento externo, lo que obliga al Estado a incrementar su ritmo de emisión monetaria y depreciar el Bolívar.
Los medios venezolanos ya hablan de una nueva “hiperinflación”. Para que eso pase, el IPC mensual de ese país deberá volver a acercarse al 50% mensual. Según las estadísticas del Observatorio Venezolano de Finanzas, en diciembre no se superó el umbral hiperinflacionario solo gracias a que los rubros de Comunicación y otros Servicios tuvieron subas del 18,6% y 13,5% respectivamente. El resto de los ítems rozó o superó el 50% de inflación mensual, incluidos algunos rubros esenciales, como alimentos (49,4%) y salud (49,2%).
Zimbabue
El país africano tiene grandes problemas económicos, entre los que sobresalen una deuda externa de 19.145 millones de euros, un gasto público enorme y una desconfianza absoluta por su moneda.
Para entender por qué la inflación llegó allí al 244% es necesario recordar que entre 2004 y 2009 hubo una hiperinflación sin precedentes, que llegó a una tasa casi impronunciable. Con el paso de los meses se fueron popularizando las transacciones con monedas extranjeras, lo que permitió una desaceleración de la inflación. Tal fue la introducción del dólar, el euro y el rand sudafricano en esa economía, que el propio gobierno zimbabuense terminó retirando la moneda local de circulación y autorizando el uso legal de las monedas de otros países.
Casi una década más tarde Zimbabue volvió a introducir su moneda en el mercado, pero la desconfianza por parte de la población seguía intacta y su valor cayó otra vez de forma estrepitosa. Esa depreciación es en gran parte la responsable de que la inflación del país africano haya sido la segunda más alta del mundo en 2022.
Lo cierto es que con el antecedente cercano de la hiperinflación, el miedo por un nuevo descontrol de los precios está latente. Para evitar un nuevo desborde inflacionario, en julio pasado el presidente del país, Emmerson Mnangagwa, determinó que las monedas de oro podrían ser usadas como unidad monetaria. Desde el banco central de ese país explicaron que, dado que el valor de la moneda de 28 gramos y 22 quilates es establecido por los precios internacional del oro, el uso de ese instrumento financiero (de precio estable) ayudaría a contener la inflación y estabilizar la moneda nacional.
Líbano
No son pocos los problemas que atraviesa el Líbano. En 2019 entró en default y sufrió una dura crisis cambiaria. Dos años más tarde, en 2021, experimentó una recesión del 58% y de acuerdo a los datos preliminares del Banco Mundial, volvió a caer cerca de un 5,4% en 2022.
Tampoco el clima social ha sido el mejor. En agosto de 2020 hubo un incendio en uno de sus puertos más importantes, que se cobró la vida de 190 personas y generó protestas e inconformidad desde el punto de vista político y judicial.
Lejos de mejorar, en 2022 la crisis política y social se profundizó. En ese contexto, se dio un escenario conocido para Argentina. Es que el Fondo Monetario Internacional exigió a las autoridades libanesas que implementaran una serie de cambios a nivel estructural y financiero para poder desembolsar un préstamo de 3.000 millones de dólares.
Por si fuera poco, la República de Líbano lleva casi tres meses sin presidente. Tras la renuncia, el 31 de octubre pasado, del ex Jefe de Estado, Michel Aoun, el Parlamento se reunió más de una decena de veces pero no pudo elegir al décimocuarto presidente de ese país. La falta de acuerdo y de conducción agrava la crisis política y compromete aún más la situación económica libanesa.