El periodista abrió PPT, su programa de ElTrece, dedicándole unas emotivas palabras a Angélica, la mujer que lo adoptó cuando era un bebé.
Con motivo del Día de la Madre, este domingo Jorge Lanata realizó un conmovedor editorial en la apertura de Periodismo para todos, el programa que conduce en ElTrece. El periodista se tomó unos minutos para compartir con su audiencia algunos aspectos hasta ahora desconocidos de su infancia y la relación con Angélica, la mujer que lo crió a pesar de no ser su madre biológica.
“Hoy yo les iba a hablar de Massa y de la inflación, o de Manzur, que deja la jefatura de Gabinete, o de Alberto, o de Cristina…Realmente no sé bien para qué les serviría que yo les hablara de todo eso. Les quiero hablar del Día de la Madre, de las madres, de mi madre”, comenzó expresando. Y, acto seguido, relató: “Yo conocí a mi mamá de una manera extraña. Ella tuvo un tumor cerebral cuando yo tenía seis o siete años. Vivió más de cincuenta años con un lado del cuerpo paralizado, el derecho, y una lesión en el centro del habla. No podía formar palabras: entendía si le hablaban, pero solo podía decir sí, o no, o emitir sonidos”.
“Mi mama se llamaba Angélica, tenía ojos verdes y un increíble sentido del humor”, la describió. Y confesó: “Yo pensé muchas veces: ¿por qué no se quiere morir? ¿por qué quiere vivir así? Y, ¿sabés qué? No se quería morir. Ella vivió con mi papá hasta que mi papá murió, y después vivió conmigo y su hermana, mi tía Nélida”. En tanto, agregó: “Yo aprendí de mi mamá, que no hablaba, que hay que sobreponerse a la dificultad, sea cual sea. Yo no tuve una mamá que mirara mi boletín del colegio, o que me preparara el desayuno. Nunca fui a cenar con mi mamá afuera de la casa, ni nos fuimos de vacaciones a algún lugar, y sin embargo pude sentir su amor y darle el mío”.
En ese sentido, reflexionó: “Creo que Shakespeare vive en cada familia y, entre padres e hijos, hay mucho amor y mucha muerte, mucha tensión, mucho calor, un calor que te ahoga y te puede matar. A tu hijo siempre le das la parte más grande del plato, sin especular y sin esperar nada. Yo pude sentir todo esto aunque no fuera mi mamá la que servía la comida”. “Con los años, aunque no hablara, aprendimos a comunicarnos. Sus ojos verdes se reían con mis chistes malos y su mano izquierda apretaba la mía cuando estaba feliz o angustiada”, señaló.
Y luego, contó cómo se enteró de que era adoptado: “Muchos años después, cuando yo tenía 56, alguien me contó que yo era adoptado ¿Te das cuenta? De todas las familias del mundo en las que yo podría haber ido a parar, había caído en la familia de Angélica y Ernesto ¿Y entonces, quién era mi mamá? ¿La desconocida que me abandonó en un hospital de Mar del Plata o los que me acogieron en una esquina de Sarandí?”.
Entonces, cerró: “Todavía me preguntan en los reportajes, después de los 56, por qué no quise averiguar de dónde venía. La respuesta es obvia: yo sé de dónde vengo, mi mamá era una señora de ojos verdes, con la que nunca pude cruzar una sola palabra, con la que teníamos grandes diálogos con solo mirarnos. Feliz día de la madre”.